Desaprendiendo a deseducar.

Revisando mi último post, tengo que confesar que me dejé algunas cosillas en el tintero sobre todo el tema este de la educación. Tal vez el principal motivo fue el de no querer extenderme demasiado, porque seamos sinceros; seguramente este blog no te llame la atención demasiado, así que para poder hacerlo más atractivo y que no te de pereza malgastar algunos minutos de tu vida en leer todas estas chorradas que escribo, no debo escribir artículos muy extensos.

Así que voy al grano, que ya me estoy enrollando. Como dije anteriormente, la educación empieza en el hogar, y se complementa en la escuela. El principal problema es que el tipo de educación que te toque recibir en tu casa no es más que un simple boleto de lotería. Tu boleto ya lo adquieres desde el mismo momento en que eres concebido, y te garantizo que siempre toca. Sus números determinan aspectos tan determinantes como si el país donde naces es desarrollado o subdesarrollado, clase económica, social y cultural a la que pertenezca tu familia, tipos de padres, que pueden ir desde los padres que siempre enseñan, hasta los padres que nunca aprenden, (y lamentablemente de éstos últimos hay bastantes más boletos). Y esto es solo el principio. Todo, absolutamente todo condicionará tu educación: la presencia o ausencia de hermanos, tu barrio, tu colegio, tus profesores, tus amistades, la relación de tus padres, tu carácter... 

Evidentemente, educar a un hijo siempre será la empresa más jodida que te podrás encontrar a lo largo de tu vida, pero sea como sea tu hijo hay una serie de premisas que son iguales para todos y que todos deberíamos aplicar; un truco simple e infalible que nunca falla. Piensa que esa cosita tan rica y entrañable que se mueve dentro de la cuna es fruto de la semilla del mismo diablo. Siempre querrá engañarte, aprovecharte de tí, sobornarte... No dudará en usar tu lástima y tu cariño hacía él para sacar tajada en su propio beneficio. Querrá usurpar tu puesto en lo más alto de la pirámide familiar para establecer una dictadura cruel y firme a la que difícilmente podrás derrocar. Para evitarlo, ponte de acuerdo con tu pareja y aplicad el viejo método del “poli bueno, poli malo”. Alternaros en los roles para no adquirir uno fijo, y si no tienes pareja, tendrás que asumir los dos. Te parecerá un tontería, pero funciona. Si quieres que tu hijo no sea un deshecho de la sociedad, es muy importante que desde pequeño aprenda el concepto de URBANIDAD, es decir, “eso no se hace”. De esta forma, se van asentando las bases de un futuro concepto que debe ser esencial en su pensamiento cuando éste vaya creciendo; el de URBANIDAD MORAL, es decir, “eso no debe hacerse”. Es el nacimiento de la ética. Recompensarlo cuando hace algo bien es tan sumamente importante como sencillo de hacer. Pero cuando tengas que castigarle no dejes que tu lástima hacía él te haga vacilar, porque si no estás perdido. Cuando eso ocurra, repite en tu mente la frase que Hamlet le dijo a Gertrudis: “para ser piadoso, a veces tengo que ser cruel”. Eso sí, te aseguro que no será fácil, nada fácil. Las lágrimas de un niño son muy poderosas, pero en el futuro te agradecerá el haber derramado esas lágrimas. 

Puede que te suene simple, vulgar, pueril y falto de argumentos lo que acabo de decir, pero eso es así y punto. No tiene más vuelta de hoja. Evidentemente la condición humana de cada niño es diferente, y para algunos no será necesario usar apenas el método, mientras que para otros deberá ser una constante diaria. Eso sí, sea como sea tu hijo, no dejes de enseñarle URBANIDAD.

Y por último, otro aspecto que me preocupa es por que demonios siempre tratamos de educar a nuestros hijos de la misma manera. Vivimos inmersos en una sociedad tan automatizada que nos ha convertido en seres tan mecanizados como las máquinas a las que creemos poseer. Morimos tan deprisa que apenas tenemos tiempo para el autoconocimiento y el autodescubrimiento (lo de “autodescubrirse” a base de pajas todavía no se aplica a estas edades). No me acuerdo donde leí que el maestro de Leonardo da Vinci en vez de darle la respuesta a éste cuando le preguntaba algo, siempre le respondía “¿y tu que piensas?” . Como ya dije en mi último post, el problema es que hoy en día es que nadie nos enseña lo que es la motivación por aprender, y así no podemos avanzar. Porque la vida es eso, un continuo proceso de aprendizaje. Aprendemos a gatear, a caminar, a correr, incluso a pensar... hasta que crecemos. Olvidamos entonces a manejar nuestras emociones, nuestras reflexiones, nuestros sentimientos, y nuestra memoria se convierte en una simple CPU de capacidad muy discutible. 

Te lo pondré con un ejemplo: levántate y mírate a los ojos en el espejo. Ahora trata de recordar como veías tu vida cuando tenías 10 años. Cuales eran tus sueños, y cuántas veces los cambiastes. Mira seguidamente a tu alrededor. Seguramente poco o nada tiene que ver con esos sueños. Porque llegaste a convencerte de que en esta vida no eres nadie si no tienes una hipoteca que te ahoga, dos buenos coches alemanes en el garaje, la parejita de crios, y un trabajo que no aporta nada sino que madrugones, estrés y en pasar tan poco tiempo con tu familia que muchas veces te preguntas quien coño es esa persona que comparte tu cama y a la que te tiras todos los sábados en un proceso tan mecánico como los engranajes de un reloj.
Y ahora trata de recordar ese punto en el que renunciastes a tus sueños para tener lo que ahora tienes, porque en ese instante; en ese preciso instante, fue cuando olvidastes a aprender. Olvidastes a no tener miedo por conseguir tus sueños. A seguir las reglas del juego. A vivir una vida feliz estándar que previamente ha sido establecida, etiquetada y catalogada.
Pero no desesperes si te sientes identificado con lo que acabo de escribir, porque si algo bueno tiene la vida, es que siempre tienes la oportunidad de comenzar a aprender de nuevo.



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