A mi amada brújula...
Muchos huyen de ella como si se
tratara de una terrible enfermedad, y para evitarla no dudan en
compartir sus vidas con alguien a quienes detestan. O peor, han
transformado su infelicidad y ostracismo en miedo, temor y
constantes amenazas que ahora son los compañeros diarios de viaje de
su pareja, esa que ahora llora a escondidas mientras repite
mentalmente que se irá y nunca volverá.
Es increíble lo que puede
llegar a hacer la gente por evitar la soledad. Yo sin embargo,
siempre he creído que la soledad puede convertirse en una amiga
agradable... hasta cierto punto. Siempre nos cansamos de algo si se
convierte en algo habitual. Por muy rodeado que estés de lujo y
ropa de marca, algún día tendrás ganas de ponerte ese viejo
chándal de rastrillo que guardas en un rinconcito de tu armario. A mi
me pasaba lo mismo con mi soledad. Estaba a gusto con ella, pero como
cualquier otro “Homo Sociabilis” que soy, echaba de menos la
compañía de alguien especial; algo más que un amigo.
Aunque muchos dedicaran su vida
a recordármelo, no creo que por entonces el arroz de mi vida se
estuviera pasando en absoluto, es más yo creo que estaba más bien
en su punto. Pero la soledad no podía darme cosas que echaba en
falta. Cosas que, con más o menos intensidad ya había vivido con
antelación, aunque de eso hacía tanto tiempo que ya ni me
acordaba... Un paseo agarrados de la mano, miradas de pocos segundos
que decían más que un millón de palabras, besos apasionados, un
buen homenaje sobre el asiento trasero del coche... Eso solo eran
deseos fisiológicos. Necesitaba mucho más. Necesitaba un hombro
sobre el que apoyar mis lágrimas, una sonrisa que compartir,
consejos que escuchar y consejos que dar. Reírme con tus chistes, y
hacerte reír con los míos. Necesitaba sentir como mi corazón
latía más rápido tras escuchar el desagradable sonido de los SMS
en el móvil y saber que al abrilo podría leer “Buenas noches,
que descanses bien. Te quiero”. Necesitaba compartir mi vida con
alguien. Amar y sentirme amado.
Por suerte, en estos tiempos
Internet ha salido al rescate de los tímidos dándonos la
posibilidad de escribirle a alguien lo que jamás nos atreveríamos a
decir cara a cara. Gracias a Internet he tenido el placer de conocer
a buena gente, gente mala, y mala gente; que no es lo mismo. Sin
embargo, seguía navegando sin rumbo fijo por las aguas de este
inmenso océano que se llama vida. Necesitaba urgentemente encontrar
una brújula que me indicara el camino hacía el océano de la
felicidad. Y mira tu, va a ser cierto eso que dicen que el amor no se
busca, sino que te acaba encontrando, porque cuando menos lo
esperaba, cuando menos creía en la existencia del verdadero amor, va
y me tropiezo con tu sonrisa, una preciosa sonrisa que denotaba
bondad. Esa fue la primera frase que te dije, ¿te acuerdas?. A
partir de entonces, muchas conversaciones a través de Messenger
hasta la hora de nuestra primera cita, donde me presenté cojeando
por tener un dedo en carne viva a causa de haber jugado descalzo al
fútbol – sala con unos niños el día anterior, y después te
llevé a un sex-shop. Cualquier chica hubiera salido corriendo, pero
tu no. Tu que quedaste a mi lado. Es más, me regalaste un abrazo de
despedida que literalmente me hizo temblar. Ya no necesitaba nada
más; sabía que había encontrado la brújula que me guiaría
durante el resto de mi travesía. Una brújula que antaño también
lloraba a oscuras y que se fue del infierno en el que vivía; una
brújula que no fue apreciada. Pero la vida funciona así; muchos
deseamos lo que otros no aprecian. Y perdona si soy egoísta por decir
esto, pero bendito desprecio el que sufriste.
Comencé a quererte por tus
virtudes, pero sobre todo comencé a amarte por tus defectos. Me
encantaba que fuésemos tan diferentes, pero a la vez tan iguales;
siempre estabas ahí para corregirme y para darme consejos cuando los
necesitaba. Porque el verdadero amor no se mide en los momentos de
felicidad, sino en los momentos de penurias, preocupaciones y
problemas. Y créeme cuando te digo que el nuestro ya ha pasado por
las más duras pruebas. Siempre me ha gustado esa visión romántica
que defiende que nuestra misión en la tierra es encontrar a la mitad
que nos falta de nuestra alma; la mitad que completa nuestras
carencias, para que luego, cuando llegue la hora de partir, las dos
almas convivan juntas para toda la eternidad en el más allá. Y si
eso no llegara a ocurrir, si las dos almas no se encuentran en el
mundo terrenal, volverán a reencarnarse una y otra vez hasta que
acaben hallándose. Mi vida... tengo claro que no volveremos a
reencarnarnos nunca más.
Y por si fuera poco, resulta que
me venías con un regalo maravilloso: la escusa perfecta para quienes
no quieren compromiso, pero que a mí me ha dado la posibilidad de
comprender que ser padre va mucho más allá de que simplemente te
llamen “papá”; una tarea titánica de constante dedicación,
riñas, castigos, consejos y juegos que se pagan con un beso, un
abrazo y un “te quiero mucho” que te hacen sentir el hombre más
rico del mundo.
Y hoy, cuando se cumple un año
del momento en el que sellamos oficialmente nuestro amor, no ante
Dios, porque como Dios está en todos lados no había que molestarse,
sino ante la fábrica de embutidos de nuestra localidad (también
llamado Ayuntamiento), va y solo se me ocurre escribirte esta
chorrada de carta en un blog que no lee nadie. Perdóname, pero ya
sabes que el romanticismo no ha sido nunca mi punto fuerte. Me
hubiera gustado poder llevarte a París, pero no tengo dinero. Me
gustaría llevarte a un restaurante romántico, pero no conozco
ninguno. Me gustaría poder regalarte algo impresionante, pero ya
sabes que seguramente no acertaría, y no me vengas con eso de que lo
que importa es el detalle, porque es una somera gilipollez. Por eso
te escribo, porque es lo que mejor se me da hacer, aunque como podrás
comprobar no se me da muy bien. Te escribo estas líneas para darte
GRACIAS. Gracias por haberme rescatado cuando navegaba sin rumbo
alguno. Gracias por hacerme comprender que las facturas, el desempleo
y la crisis son solo piedras que acaban superándose, y que lo
verdaderamente importante es tener a tu lado a alguien que te quiera.
Gracias por ser mi brújula.
TE AMO Yolanda.
Quizás y solo digo quizás, lo que acabas de escribir hoy no sea el mejor regalo que podrías haber hecho, pero te aseguro, que Mañana, será el mejor regalo que hicistes.
ResponderEliminarUn beso a los tres desde Suiza y no creas que es poco tu regalo, porque con esto has demostrado que realmente eres un hombre Rico y ellas tienen tu riqueza.