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SOBRE LA GILIPOLLEZ...

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  Siempre he pensado que a lo largo de nuestra vida todos pasamos por una etapa de gilipollez. Normalmente este periodo suele coincidir con la adolescencia. Sin embargo, la gilipollez tiene el gran problema de ser como la muerte: solamente la sufren quienes te rodean.  Y siguiendo con las comparaciones médicas, lo más importante es que la gilipollez también debe ser como el sarampión: hay que pasarla en la adolescencia (o si es antes, mejor) porque de lo contrario corres el riesgo de seguir siendo un gilipollas cuando ya estás en la edad adulta.  ¿Por qué ocurre esto? Pues es fácil de saber: bien porque se ha querido ser demasiado adulto cuando se es pequeño, o bien porque se quiere seguir siendo niño cuando ya eres todo un adulto.
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SABIDURÍA PARA SER MÁS FELIZ

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    Cuanto más piensa uno... ¿Mejor vive? La felicidad son momentos de amor a la vida, y la única vida que conocemos es esta de aquí. Desgraciadamente la vida tiene también sus momentos desagradables, por lo que lo más sabio es amar la vida y no solamente la felicidad, porque quien ama solamente la felicidad sólo estará amando la vida en los momentos de alegría.  Entonces. ¿Es más feliz quien más sabe o quien más ignora? Hay que admitir que es mucho más fácil ser feliz si ignorásemos las nociones de muerte o sufrimiento, tal y como les sucede a los niños. Pero ser feliz a base de fantasías solamente conduce a la desilusión. Entonces, en una primera instancia es verdad que el saber aumenta el sufrimiento, pero por eso precisamente es necesario filosofar, es decir, procurar que el saber se convierta en un código de alegría y no de sufrimiento.  En resumen, que la filosofía y la sabiduría no sirven para erradicar la angustia, pero sí es el mejor medicamento para aliviar...
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NOS VEMOS AL OTRO LADO DEL ARCOÍRIS

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Han tenido que pasar varios días para sentirme con las fuerzas necesarias para poder escribir estas líneas. Llegaste a nuestras vidas un 9 de febrero de 2016 siendo un recién nacido, porque incluso acabando de salir del vientre de tu madre ya te habían denegado tu derecho a vivir (por algo se dice que los galgos sois la raza maldita) Por suerte, se cruzó un ángel en tu camino que no dudó en traerte a casa y cuidar de ti como la mejor de las madres. Solamente eras una diminuta bolita de pelo blanco, pero poco a poco fuiste saliendo adelante, creciendo, y con ello, haciendo crecer también ese amor mutuo e incondicional que solamente sabéis transmitir los perros.  Pero también teníamos que ponerte un nombre… Y a pesar de que, al igual que tus hermanos, Turbo y Diésel, estaba muy tentado en ponerte un nombre relacionado con el mundo del automóvil, tu madre me preguntó. -           ¿Y si le llamamos Talco? Es que es tan blanquito... C...
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