No, no me he equivocado con el título. Ahora puedes llamarme hereje, ateo asqueroso o adorador del diablo, que me da igual. Como todo niño de mi generación, he nacido en el seno de una familia católica practicante, y hasta que logré pensar por mi mismo (algo que ocurrió demasiado tarde) fui victima del sagrado bautismo, primera comunión (eso sí, a cambio de una suculenta bicicleta) e incluso fui confirmado. Que coño, ¡si hasta fui monaguillo!. Sin embargo, ahora pienso que en realidad fui víctima de una estafa; la mayor estafa que ha existido jamás; una estafa que deja en bragas a la trama Gúrtel a Lehman Brothers y la madre que los parió. Un contrato que te ofrece salvación de tu alma a cambio de tu libertad de pensamiento y obra. Una estafa cuya idea surgió hace siglos con la escritura de un cuento al que llamaron Biblia. Porque los que idean las estafas son grandes genios, con mala leche si, pero genios. Siempre he creído que la persona más inteligente de...